viernes, 19 de octubre de 2012

BIOÉTICA, INVESTIGACIÓN Y SALUD PÚBLICA, DESDE UNA PERSPECTIVA SOCIAL

1.      RESUMEN
Actualmente es imprescindible en el planteamiento de los nuevos problemas biomédicos el análisis del contexto social en el que estos se insertan y considerar, además, el papel de la investigación científica en la asistencia a través de la incorporación de los nuevos conocimientos que ofrece y su materialización en el desarrollo de nuevas tecnologías. Si bien es obvio que la ciencia se enriquece por diversas vías, el proceso conocido como investigación científica se reconoce como el procedimiento principal del cual se vale la ciencia para desarrollar y enriquecer su acervo de conocimientos. El presente trabajo se propone valorar algunos aspectos bioéticos en el marco de la salud pública y las investigaciones biomédicas, analizados desde una perspectiva global. Para ello, además de abordar aspectos éticos generales, se alude a nuevos términos que han sido incorporados en el debate: equidad e imperialismo ético, y se analizan las principales motivaciones y limitaciones para la realización de investigaciones clínicas y epidemiológicas en los países en vía de desarrollo.
Palabras clave: Bioética, salud pública, investigación.

2.      JUICIO ÉTICO Y CONTEXTO SOCIAL, FUNDAMENTOS ESENCIALES EN LA INVESTIGACIÓN
Los principios de la ética hipocrática, basados fundamentalmente en el reconocimiento de la persona humana en todas sus dimensiones, materiales y espirituales, permitían un enfoque holístico del proceso salud-enfermedad, pero a partir del siglo XV, con el Renacimiento, generador de una revolución en el pensamiento humano, este enfoque cambió. La medicina, ya constituida como saber científico, desarrolló cada vez con más fuerza su paradigma biomédico.
Rudolph Virchow, científico que tomó parte en el movimiento revolucionario alemán de 1848, pavimentó el camino para importantes reformas médicas al acuñar la sentencia: “Los médicos son los abogados naturales de los pobres, y los problemas sociales caen en gran medida, dentro de su jurisdicción”. De este modo, comienzan a generarse nuevos puntos de vista que denotan cambios en la ética hipocrática y se promueven, entonces, los enfoques sociales de las causas de las enfermedades.
Es plausible considerar que la bioética, como disciplina científica, tiene sus raíces en la situación política, económica y social del mundo emergido de la segunda conflagración bélica global y el decursar impetuoso de la Revolución Científico Técnica. A Potter R, a principios de los años 70 del pasado siglo se debe su introducción.
En la salud pública y biomedicina este proceso se expresó por el acelerado ritmo de los avances científicos y técnicos en terapia intensiva, trasplantología, biología molecular, ingeniería genética, tecnologías reproductivas y neurociencias; así como por la acentuada comercialización de la medicina, el creciente peligro de la deshumanización ante el tecnologismo desenfrenado, la injusticia social en la asignación de recursos y el acceso desigual a los servicios de salud.
Obviamente, los progresos logrados en las ciencias biomédicas, en la tecnología, y su aplicación en la práctica, plantean nuevos desafíos y problemas éticos a la sociedad que deben ser debidamente considerados en la investigación científica.
El término bioética citado inicialmente con un sentido ecológico y poblacional, rápidamente se aplicó a los problemas de la salud pública y las investigaciones biomédicas, de manera tal, que incluyó el campo de estudios de la educación médica y lo trascendió en su proyección social. Es importante no restringir su concepto, sino entenderlo en la amplitud en el que se ha presentado y a partir de él realizar estrategias para la protección de la vida en toda su diversidad.
Las cuestiones éticas que deben ser discutidas en las ciencias médicas, no pueden quedar circunscritas a la clásica relación médico-paciente; tampoco su evaluación puede ser exclusiva de la labor asistencial que realiza el personal de la salud. Ellas exigen ser evaluadas en el marco de la investigación teniendo en consideración el contexto social en que se desarrolla, pues en este sentido, igualmente, pueden ser violados los derechos más elementales de un individuo.
Es ineludible el reconocimiento de la  investigación  científica como un  fenómeno social; no admitirlo implica negar su carácter dinámico y atomizar el proceso de la naturaleza humana que le da sentido.
Excluir el contexto social del proceso de investigación es la causa de cierta y peligrosa especialización que produce, como señala Martínez M, citando a Ortega y Gasset, “genios tontos que saben absolutamente todo acerca de la química de las enzimas, pero que, debido a esa formación, hace mucho tiempo han dejado de funcionar adecuadamente como personas”. Se trata del investigador neutro y frío, calculador, que todo lo centra en la objetividad, sin reconocer el complejo mundo de las influencias sociales y humanísticas, pretendiendo patrones absolutos que se alejan de la realidad.
La ciencia necesita una postura epistemológica y metodológica, que permita incorporar el saber de la humanidad, sin que ello se convierta en un compuesto ecléctico, sin orientación ni sentido (Álvarez C. Epistemología. Monografía. CeeS “Manuel F. Grant”, 1995).
Otros motivos para el examen crítico y reflexión sobre el protagonismo del componente social en las ciencias, pueden ser hallados en la obra de múltiples filósofos. Es preciso resaltar como especialmente persuasivas las reflexiones de Mainetti, refiriéndose específicamente a la medicina: “El caduceo, el estetoscopio y la doble hélice del código de la vida son símbolos de la transformación y síntesis de la medicina en clave humanística. La concepción posmoderna de la ciencia reclama el arte de crear un nuevo instrumento, el ethoscopio, o visor de valores para revelar el axiograma en las relaciones medico-paciente y medicina-sociedad. Se trata de corregir la ethoscopenia o ceguera moral y axiológica de la secular empresa reproductivamente científica de la salud”. Deberá ser considerado, además, el papel sustancial de la investigación en la asistencia médica a través de la incorporación de los nuevos conocimientos que ofrece y su materialización en el desarrollo de nuevas tecnologías.
LA DECLARACIÓN UNIVERSAL SOBRE BIOÉTICA Y DERECHOS HUMANOS ADOPTADA POR LA UNESCO, el 19 de Octubre de 2005, propone la instauración internacional de principios comunes respecto a las cuestiones éticas relacionadas con la medicina, las ciencias de la vida y las tecnologías aplicadas a los seres humanos, teniendo en cuenta sus dimensiones sociales, jurídicas y ambientales. La Declaración propicia nuevos enfoques de la responsabilidad social para garantizar que el progreso de la ciencia y la tecnología contribuyan a la justicia y a la equidad, y sean empleados en beneficio e interés de la humanidad. De igual modo insta a fomentar la solidaridad, de manera que los países en desarrollo puedan disponer de la capacidad necesaria para participar en la creación y el intercambio de conocimientos científicos y tecnológicos, así como el aprovechamiento compartido de sus beneficios.
El tercer documento normativo adoptado por la UNESCO en materia de bioética podría ser, por error para algunos, el reflejo de un pensamiento utópico. La Declaración pretende contribuir a universalizar un marco ético ante una ciencia que cada vez tiene menos fronteras. La aplicación de sus postulados, reclama el análisis y reflexión de clínicos y salubristas sobre aspectos bioéticos, que comprenden los problemas afines con valores personales y profesionales y que se corresponden, en general, con los principios sociales asumidos por la sociedad en que vivimos y que de manera inequívoca se expresan en la investigación y en el estado de salud de las poblaciones.

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