domingo, 19 de junio de 2011

Atención

Es fácil comprobar cómo nuestra capacidad de atención viene disminuyendo de manera alarmante. Ya sea por el avance tecnológico que nos obliga a depender cada vez más de instrumentos de comunicación y de esparcimiento o sea también por la cada vez mayor presión de la economía en nuestras vidas, nuestra disposición para atender se está viendo seriamente afectada.

Somos hoy en día mayormente usuarios de la comunicación visual antes que de la palabra hablada. Por ello en una conversación cualquiera o cuando asistimos a escuchar a algún expositor, el que lleva la voz cantante, el que habla, debe de hacer un enorme trabajo para conseguir que lo escuchen.

Centraremos este tema en el ámbito de la comunicación en el trabajo y en el estudio.

Vamos a dejar para otro momento la conversación de entretenimiento, aquella en que todos podemos hablar a la vez, interrumpirnos, cambiar una y otra vez de tema y sin embargo sentir de que estamos disfrutando el momento. Queda claro de que una mecánica similar no nos sirve para cuando tengamos que discutir un tema de trabajo con nuestros compañeros de equipo ni para cuando tengamos que exponer ante un auditorio.

Conseguir la atención de una o de más personas, ya sea que se trate de una conversación en pequeños grupos o de una exposición ante un auditorio, conseguir que nos atiendan decía, es actividad que demanda gran esfuerzo de preparación. No sólo conseguir la atención inicial sino también mantenerla a lo largo de nuestra conversación o exposición requiere de la puesta en práctica de algunas habilidades las que, infelizmente, no tenemos siempre entrenadas. Ayudará sin duda empezar por reconocer algunas de ellas y saber en qué grado las tenemos desarrolladas para así, conociendo lo que tenemos que hacer, trabajemos en mejorarlas.

Claridad y expresividad.

Conseguir ser claros, encontrar la esencia de lo que queremos decir, el quid, el punto más importante del asunto que nos ocupa, el qué y el porqué de lo que queremos comunicar, apuntando ciertamente al objetivo que nos hemos propuesto, es decir, a lo que queremos conseguir de aquellos a los que nos dirigiremos. Para ello debemos empezar por encontrar un título, una frase que resuma o que invite a pensar, a centrar el tema que vamos a tratar. Ayuda mucho una historia relacionada, propia o ajena, ya que nos permite humanizar, ponerle un rostro a lo que vamos a contar. Una vez encontrada la forma sencilla de provocar la atención hacia nuestro tema, de tener claro lo que queremos decir, debemos encontrar el cómo decirlo. Es importante el qué vamos a decir y algo más importante aún el cómo lo decimos. Aquí es donde entra la expresividad.

Siempre apuntando a conseguir la atención de un auditorio cada vez más reacio a concedernos su tiempo, la expresividad que utilicemos en nuestro discurso conseguirá que los aburramos, si ésta es muy pobre, o qué nos atiendan si somos abundantemente expresivos.


Aquí debemos evaluarnos:

1.En nuestra energía,

2.Ganas,

3.Disposición,

4.Cómo nos paramos,

5.Cuánta conciencia de nuestro lenguaje corporal tenemos,

6.Gestos y ademanes,

7.Nuestra voz en su intensidad, velocidad, tonalidad y dicción.


Conocer cómo estamos nos permitirá dirigir nuestro trabajo de mejora con mayor eficacia, siempre apuntando a conseguir una mayor y mejor atención.


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