sábado, 15 de agosto de 2009

¿QUIERES DESARROLLAR TU LIDERAZGO PERSONAL?

Por Juan Javier Alvarez

Le propongo transitar el fascinante recorrido desde donde usted está, hasta el auténtico liderazgo, tanto en su vida personal como profesional. En un escenario global tan cambiante, dinámico e interdisciplinario como el que nos toca vivir, existe una verdadera y urgente necesidad de líderes en cada campo de actividad. Líderes que puedan gestionar el cambio y crear el futuro. Prepárese, entonces, para ser uno de ellos.
Preparación de los jugadores
Nos encontramos en el inicio de nuestro camino. Antes de poner a prueba las herramientas que nos conducirán al liderazgo, deberemos aprender ciertas reglas y ejercitarnos un poco. Tenemos algo de tiempo para ello. Cerca nuestro, otros jugadores ya se preparan, pero eso no debe importarnos. Nos acercamos a nuestro salón de entrenamiento. Allí no hay ningún equipo sofisticado, y a primera vista podría sorprendernos que, en medio de la sala, sólo exista ese espejo de cuerpo entero. Estamos frente a él. Completamente solos. El entrenamiento comienza.
El espejo
Pero... ¿puede haber algo más absurdo que un salón de entrenamiento totalmente vacío? Cuidado. No hay que anticiparse. Nuestro entrenamiento, como líderes, pasará por la mente. Y es por ello que no precisamos complemento alguno. Salvo, claro está, este espejo. Él nos devolverá nuestra imagen actual como punto de referencia.
¿Qué ve? ¿Logra acaso percibir a nuestro mayor adversario? No, no busque cerca suyo. No es ningún competidor que haya visto cerca, pujando por lograr también el liderazgo. Mire nuevamente al espejo. Le tiene delante de sus ojos. ¿Logra ver sus propios miedos? Tal vez no esperaba esa pregunta, lo sé. Pero en realidad allí reside su peor adversario. En usted mismo. Por ello, lo primero que haremos será mirar hacia nuestro interior, a fin de dejar atrás miedos, preconceptos y prejuicios.
Enfrente sus temores
El miedo, como el resto de nuestras emociones, reside exclusivamente dentro de nuestra cabeza. No lo busque en otro lugar, pues está engendrado y alimentado por usted mismo. Si nos damos cuenta de ello, también deberemos admitir que sólo nosotros podemos darle fin. Imagínese ahora que ya no teme lo que tanto le asusta. Mire a su alrededor. El mundo le está esperando (en realidad, siempre estuvo allí, a su alcance, para que usted lo disfrute y llene de proyectos; el problema era que sus miedos le impedían ver eso) Ahora sienta la sensación de libertad que le da su nuevo estado. Los miedos no pueden acabar con usted, si usted no lo permite. Recuerde eso.
Muchos miedos se gestan en nuestra propia inseguridad, fomentada a veces por influencias, comentarios, o hasta una educación que nos dice “Cuidado, no cometas errores”. Pero una persona que teme cometer errores, o que teme no poder hacer las cosas que desea, ya ha fracasado. Su miedo anticipó (y consolidó en él) el resultado que tanto temía, sin darle siquiera una oportunidad de lograr el éxito. Le ató al suelo, y no lo libera. Por ello, deberá previamente librarse de sus falsos temores. ¿Que con el correr de los años fracasa en algunos proyectos? No hay nada de malo en ello; todo el que avanza alguna vez se cae. Observe a los niños: para poder caminar, deben caerse algunas veces. Pero no por ello cejan en su empeño. Si así fuese, todavía estaríamos gateando en cuatro patas... Lo importante no es evitar equivocarse, sino aprender de los errores y seguir adelante.
Aleje sus miedos
Nadie tiene esa enorme capacidad de hacerle abortar proyectos enteros, como puede hacerlo usted en un abrir y cerrar de ojos. Sus miedos e inseguridades se conjugan con mayúscula. Si les deja obrar, ellos desharán rápidamente todo el camino que usted se empecinó en recorrer. A la primera de cambio, aparecen dudas como:
“No podré lograrlo” “¿En realidad soy bueno para eso?” “¿A quién le importa lo que yo haga?” “Hay profesionales mejores que yo” “¿Y si fracaso?”
Y muchas otras por el estilo. ¿Común denominador? Miedo e inseguridad en estado puro. Pero ¿sabe una cosa? Sólo usted les da vida para que ellos puedan mutilar sus sueños. Recordemos algo: usted ve el mundo a través de sus propios cristales. Y cada persona posee un juego único y personal de cristales. Por ende, unos ven las cosas como una permanente oportunidad, y otros las ven como una crisis constante. Todo depende de lo empañado (o traslúcido) que esté cada cristal. Y es usted quien tiene la potestad de darse cuenta que una cosa es “cómo usted percibe las cosas”, y otra muy distinta “cómo son las cosas en sí”.
Se sorprendería si le dijera que muchas cosas en la vida carecen de forma manifiesta, y que cada uno de nosotros las impregna con sus preconceptos y paradigmas. ¿Hay que cambiar las cosas? A veces basta con cambiar la manera en que las percibimos. Si esa manera cambia, y logramos despejar nuestros preconceptos, muchos miedos huirán por la ventana.
Para demostrar esto, nada mejor que analizar cada una de las dudas temerosas que enunciamos líneas atrás, y ver si tienen realmente sustento.
“No podré lograrlo”
¿Acaso se cree inferior a alguien que a su juicio sí lo lograría? Usted no es inferior a nadie. Pero lo será si comienza a pensar en forma negativa. Si lo hace, cortará las alas a cualquier forma de resolver problemas que se le pueda ocurrir. ¿Por qué, en vez de hablarse a sí mismo de una manera tan negativa, no prueba con: “¿Qué herramientas me hacen falta para lograr lo que deseo?” Y se pone manos a la obra para obtenerlas. Sin excusas, y sin descanso.
“¿En realidad soy bueno para eso?”
¿Lo sabe? ¿Acaso ha probado desempeñarse en ese rol? ¿Habla por experiencia propia, o tan sólo por “lo que cree”? Si nunca puso las manos en la masa, no puede asegurarlo. Y si alguna vez falló al intentar hacer algo, ¿qué le hace pensar que volverá a cometer los mismos errores del pasado? Porque de los errores se aprende, y mucho. Usted se supera a sí mismo merced a que prueba algo, comete errores, aprende de ellos, y continúa adelante.
“¿A quién le importa lo que yo haga?”
A usted debería importarle, en primer lugar. Lo esencial es hacer las cosas bien, con todo nuestro corazón puesto en ello, independientemente de que a otro le importe. Ya vimos la inconsistencia de vivir comparándonos con los demás, o de depender exclusivamente de su juicio. ¿A usted le importa? Bravo. Adelante, a toda máquina.
“Hay profesionales mejores que yo”
Y de seguro, peores. ¿Y eso qué? Lo importante es que usted sea bueno en lo que hace, que lo haga con pasión, y que disfrute haciéndolo. Una persona que cumple estos tres requisitos inspira a otras, y logra muy buenos resultados. Eso es lo que cuenta.
“¿Y si fracaso?”
Quien nada hace, jamás fracasa. Pero tampoco nada consigue. Si usted fracasa, aprenderá de los errores que cometió, y en la próxima oportunidad que tenga, logrará el éxito. ¿Ve el valor de un fracaso? Así es: aprender, aprender siempre. Muchos líderes del mundo de los negocios, la cultura, los deportes o la política, han logrado llegar a donde están merced a múltiples fracasos. Porque fracasar no es el problema. Qué hacer con el fracaso es el verdadero problema. Quien utiliza el fracaso como un maestro que le ayuda a mejorar, y continúa avanzando (esta vez con mejores armas) llegará al éxito. Quien, por el contrario, sucumbe en él, está perdido.
Para seguir con lo que se propuso, debe dejar atrás miedos e inseguridades tontos que le atormenten. Aprenda a cambiar de cristales para ver correctamente la realidad. Pregúntese siempre: Los que ahora tengo, ¿me sirven, me ayudan a crecer y evolucionar? O por el contrario, ¿me llenan de inseguridades y prejuicios absurdos?
ROMPA SUS PARADIGMAS
Porque no sólo sus temores le anclarán innecesariamente. Su manera de ver la vida puede hacer lo propio. Analicemos juntos algunas suposiciones, aceptadas por la mayoría como ciertas, a pesar de que se demostró hace tiempo que dejaron de serlo.
El sueño del empleo de por vida
Si bien a diario vemos cómo innumerables empresas se fusionan y reestructuran, y contemplamos cómo, por la alta competitividad global reinante, es cada vez más difícil perpetuar el anhelo de conservar nuestro empleo, a veces nos resistimos a pensar que el cambio, ese cambio con mayúsculas que afecta a todas las economías del planeta, también nos afectará a nosotros (llámese “a nuestro empleo”).
Tampoco podemos pensar que mantendremos nuestras habilidades a medida que pasen los cambios. De hecho, deberemos aprender y desechar habilidades, y ver el mundo laboral como una serie de proyectos a llevar a cabo, más que como una serie de horas laborales fijas a entregar a cualquier empleador. Estos proyectos, en los que nuevas habilidades puedan tener cabida, tomarán tal vez la forma de teletrabajo, o bien outsourcing.
Las empresas u organizaciones pueden despedirnos y sin embargo, retener nuestro talento bajo formas más independientes para las partes. Quedarse en la concepción antigua del empleo perpetuo nos hace perder de vista que todo cambio también es una oportunidad. Y que las oportundades sirven solamente a quien está preparado para ellas.
Nada es para siempre. Los conocimientos tampoco
Nada sirve para siempre, y mucho menos los conocimientos adquiridos hace décadas. Los títulos, que simbolizan niveles académicos alcanzados hace tiempo, no pueden sustituir, bajo su ala, la necesaria actualización profesional que a diario hay que llevar a cabo. Pero por otra parte, y en un escenario global cada vez más interdependiente, donde equipos de trabajo se arman y desarman para llevar a cabo proyectos con mayor nivel de complejidad y calidad, es preciso contar con una visión interdisciplinaria sumamente amplia, que nos servirá para movernos con soltura en distintos círculos. Y esto tiene que ver con el punto anterior (empleo de por vida) ¿Qué sucedería si usted tuviese que desempeñarse, por decisión propia o motivado por las circunstancias, como asesor, docente interno o externo de la organización, o integrar proyectos que se aparten de los que hasta ahora puede hacer? ¿Podría participar, por ejemplo, en el diseño de un servicio, canalizar las necesidades de su equipo de trabajo y establecer contacto con clientes potenciales, o bien ayudar a la venta del servicio y asistir a los clientes en su uso? ¿Ve a lo que me refiero con “habilidades interdisciplinarias”? Todo esto puede suceder, sea porque la empresa u organización se reestructure o asuma nuevos desafíos, o porque usted deba hacerlo, motivado por las circunstancias.
Conciba entonces su mente como un conjunto de piezas que pueden conformar distintas figuras, más que como un conjunto de figuras predefinidas. Su mente, entonces, es un conjunto de piezas, todas ellas intercambiables (algunas hasta desechables o reemplazables por otras), dignas de una nueva versión de usted mismo.
Usted mismo. Escuche la expresión nuevamente. “Usted mismo”. Como individuo que merece desarrollarse a pleno. Con decisiones propias, y un ancho universo de cosas por hacer. Usted. Eso nos lleva al siguiente punto.
Evite compararse con otros
Compararse con otros implica pensar que nuestro nivel de autoestima deriva en forma directa de la mayor o menor similitud con ciertos “estándares” establecidos. Si somos distintos, si encaramos la vida o nuestra profesión de un modo más original y creativo que lo hace el común de los mortales a nuestro alrededor, de seguro no encajaremos en el molde mayoritario. Pero nos preguntamos: ¿qué hace avanzar las cosas? ¿El repetir siempre lo mismo, sin evolucionar, o el tornarse creativo, adaptable a los cambios; original, en una palabra? Si todos hacen siempre lo mismo, ¿cómo pensamos que lograrán un resultado distinto a la media que obtiene la mayoría? ¿Estamos dispuestos a correr el riesgo de crecer, evolucionar e influenciar positivamente a otros, gracias a nuestro propio (y muy personal) desarrollo interno?
La única llave que puede movernos está dentro nuestro, y es por ello que es tan difícil motivar a alguien cuando él no está automotivado para avanzar. Debemos aprender que nada ganaremos por el simple hecho de compararnos con los demás. Siempre habrá quien esté más alto o más bajo que nosotros. ¿Y qué con ello? Lo importante es echar leña a nuestra propia caldera interna, para que lleve nuestra locomotora directo hacia la meta (aquella para la que sentimos que debemos dar todo nuestro esfuerzo).
Tan negativo es compararse con otros, como lo es el hacerlo siempre con uno mismo. ¿Cómo puede una persona compararse con ella misma? Mirando permanentemente hacia su pasado. Observando y volviendo a vivir lo que ya no está, lo que ya no es. Por ello, la próxima sugerencia dice:
No se atenace a su pasado
Hay dos cosas de las que podemos estar seguros. La primera es que el futuro todavía no existe como algo tangible (está, sí, en nuestra cabeza). Y la segunda, que nuestro pasado jamás volverá, ni podremos modificarlo (aunque tenazmente se esfuerce por aparecer, también en nuestra cabeza). Y aquí debo confesarle algo, y es que el pasado y las semillas del futuro pueden entrelazarse. Lo hacen a través de un puente cotidiano: nuestro presente. Si vivimos de cara al pasado, amargándonos por lo que hicimos o dejamos de hacer, por las oportunidades perdidas, por los proyectos malogrados, lo único que conseguiremos será condicionar nuestro presente. Le restaremos vida, le amargaremos o, lo que es aún peor, le tornaremos inoperante. Si esto ocurre, nuestro futuro (suma potencial de todos nuestros esfuerzos presentes) se verá condicionado también. Lejos de ser lo que desearíamos que fuese, se convertirá en una continuación de nuestras frustraciones.
Por ello, aprenda de su pasado, pero déjelo atrás, sobre todo emocionalmente. Los errores existieron, es cierto, pero su única utilidad, aquí y ahora, es la de darle a usted experiencia, brindarle una nueva forma de ver y encarar mejor las cosas. Si desecha esto, y sólo toma la dosis emocional que le produce el recordarlos, pierde toda posibilidad de dejar de cometerlos, y sobre todo, de avanzar. Avanzar hacia nuestra meta: ser mejores líderes y personas. Ser, no simplemente parecer. Porque por supuesto, no es lo mismo. Lo uno es esencia y lo otro, una imagen que, desprovista de contenido, se volverá contra nosotros.
¿Ser... o parecer?
Un auténtico líder, profesional y personal, busca siempre “ser” y no sólo “parecer”. Hay una notable diferencia entre ambos estados. Actuar “como los demás” no lo convierte en “los demás”. La diferencia reside en la esencia misma de nuestros actos, más que en los actos en sí. Primero hay que forjar la convicción de que algo es realmente necesario para nuestra vida, sea ésta personal o profesional. Luego, hay que integrar esta convicción al resto de nuestros valores, para lograr así una actitud adecuada. Finalmente, resta producir un comportamiento coherente con esta actitud. Por ende, pretender “parecer” sin realmente “ser”, no nos conducirá a buen puerto. Es muy factibles que desemboquemos en la frustración.
Veamos un ejemplo. ¿Qué va mejor con usted? ¿Un ambiente de trabajo y desarrollo más en solitario, al estilo de un hombre o mujer-orquesta, que valore la autonomía? ¿O uno grupal, rodeado de pares con los que intercambie ideas? Ninguno de los dos es el “mejor para todo”. Son, sencillamente, distintos, con sus facetas positivas y negativas. Ahora imagine que usted debe, ya mismo, asumir el rol contrario. Tratar de “parecer” lo que no se “es” le llevaría a conflictos internos. Desempeñarse en roles para los que, al momento, no cuente con disposición personal (al no haberse adecuado al cambio) sólo produce pobres (y conflictivos) resultados. Si debe “parecer”, entonces también debe “ser”.
Cree imágenes positivas e inspírese en ellas
Para liderar su vida personal y profesional, nada mejor que motivarse con imágenes positivas de lo que espera conseguir. Veamos un ejemplo: usted está en una agencia de viajes, observando con detenimiento ese afiche que anuncia unas maravillosas vacaciones en el Caribe. Hay algo que ha llamado su atención, y ahora observa la imagen de una playa de suave arena, bañada por un mar cristalino. Usted ya se imagina allí, disfrutando del sol. Le agrada lo que imagina, y de hecho, ya está mirando con atención el resto de las imágenes que componen el cuadro. Desea enterarse de los beneficios y las condiciones porque sus vacaciones se acercan y usted considera que se merece esto. ¿Lo ve? Así actúan las imágenes positivas, trasladándole por anticipado, motivándole a lograr lo que desea. Y esto se aplica a todo en la vida.
Pase delante suyo imágenes positivas de aquellos logros alcanzados, para sortear momentos difíciles del presente. Piense: “Si llegué hasta aquí, ¿qué me impide continuar y lograr lo que deseo?” Cree otras imágenes donde se vea logrando lo que quiere, disfrutando a pleno de sus beneficios. Ello le ayudará a motivarse a sí mismo, y a no desfallecer cuando los obstáculos (inevitables siempre) aparezcan en su camino.
Asuma nuevos desafíos y riesgos
La vida misma es el mayor de los desafíos, y si hablamos de “riesgos”, dígame usted si alguien le aseguró que vivirá hasta los cien años. Nadie, ¿verdad? Pues bien, si la vida misma no está asegurada, ¿puede sorprendernos que para vivir debamos asumir desafíos y riesgos? Pretender conservar las cosas inmóviles, y con ello escapar a los desafíos, o a los cambios y sus riesgos, es totalmente absurdo.
Todo cambia. Nosotros mismos lo hacemos a diario sin darnos cuenta. Y todo lo que emprendamos involucra cierto riesgo. Pero el nivel de riesgo depende de nuestra capacidad para acotarlo. ¿Cómo? Mediante nuestra experiencia y formación, una sólida actitud para enfrentar las cosas sin miedos injustificados (si algo falla, ya lo arreglaremos, pero si nunca nos animamos, jamás sabremos si no lo hubiésemos logrado), y por supuesto, el consejo de quienes pueden saber más que nosotros sobre el tema, además de analizar (o dejar que otros lo hagan por nosotros) toda la información disponible para tomar una decisión fundada en certezas.
Cierto es que decidir sobre algo sin bases firmes, o en total desconocimiento sobre lo que se decide, es riesgoso. Pero como puede verse al analizar el párrafo anterior, no lo es cuando se cuenta con apoyo. Si carecemos de preparación, toda decisión en nuestra vida se convertirá automáticamente en riesgosa. Busque entonces el nivel de preparación suficiente para que la sensación de riesgo deje de paralizarle. Pero luego actúe.
A igual forma... idéntico resultado
Quien se queja porque no obtiene mejores resultados al encarar sus asuntos, debería pensar antes en las causas que en los efectos. Si no cambian las causas, tampoco cambiarán los efectos. Si cada vez los resultados obtenidos son más pobres, uno debería reformular (total o parcialmente) la manera en que intenta producirlos.
Habrá que cambiar, y como sabemos, todo cambio empieza en la mente. Primero, debemos modificar nuestra actitud hacia él. Para que algo cambie realmente, debemos comprender y asimilar en nuestro interior la necesidad de modificar nuestras actitudes. Luego, y sólo luego, podrá cambiar nuestro comportamiento. Los resultados cambiarán con él.
Cree su futuro
En el mundo hay dos tipos de personas: quienes reaccionan a los cambios (algunas veces, luego de cierto tiempo), y quienes los producen o se anticipan a ellos. Los primeros son reactivos, y los segundos proactivos. Tórnese proactivo, porque el futuro lo construyen las personas dinámicas, que establecen las circunstancias para que éste ocurra de acuerdo a sus expectativas.
Los grandes líderes, a lo largo de milenios, han establecido las condiciones para que ocurrieran los cambios. Usted puede (y debe) provocar las circunstancias que motiven el futuro que desea para su profesión y persona. Crear el futuro consiste en eso: crear los caminos para llegar a lo que ansía. Nunca quedarse esperando a que la oportunidad llame a su puerta; hay que poner la puerta delante de la oportunidad que usted haya concebido.
Si el camino ya está, muy bien, a seguirlo. Si no está, a construirlo. Haga que las cosas pasen, porque el que espera simplemente, es aventajado por el que construye sin cesar, día a día, hora a hora. Transfórmese en un generador de circunstancias, y haga de eso su llave maestra para lograr sus metas.
Construya mejores relaciones
El liderazgo se basa muchas veces en las relaciones, pero en las auténticas relaciones, que conllevan la empatía como su ingrediente fundamental. Ponerse en el lugar de los demás, comprenderles y motivarles, son características esenciales que todo líder debe fomentar y aplicar a diario.
La comprensión pasa por entender el punto de vista de nuestro interlocutor, y saber (además de valorar) que lo que dice y cómo lo dice, se basa en sus experiencias y forma de ver la vida. Y por qué no, en sus prejuicios. El líder, por ello, no impone; convence. No ordena; dialoga. No confronta; busca la cooperación. Para ello, debe escuchar mucho más que hablar. Debe actuar con generosidad para cosechar de los demás en idéntica moneda.
Aquí no tienen cabida ni el ego, ni la soberbia. El auténtico líder se rodea de personas más capaces que él en determinados asuntos, y eso jamás le induce a intentar dominarlos o coartar la libertad del grupo para tomar iniciativas. Sabe que todo intento de controlar al otro, de acotarlo, demuestra un problema de inseguridad propia, de incapacidad para ver que los demás son tan buenos profesionales como puede serlo él. Y pueden desempeñar perfectamente su trabajo. Por ello, quien desea desarrollar el liderazgo, debe trabajar mucho sobre sí mismo, a fin de fortalecer su carácter. El trabajo es de por vida, pero los beneficios bien valen la pena.
Paciencia... y perseverancia
Hemos llegado al final. Ya ve, hay algunas cosas sobre las cuales trabajar día a día. Pero contamos con las herramientas necesarias. Esas herramientas son los conceptos que he puesto a su disposición. Pero permítame agregar algo sobre dos grandes amigas que harán mucho por usted: la paciencia y la perseverancia.
Sin ambas, cualquier proyecto personal o profesional tiene buenas probabilidades de fracasar. Dígame, ¿hay algo más duro que una piedra? ¿Y algo más suave que el agua? Sin embargo, una gota de agua, tenaz y perseverante, a lo largo del tiempo puede horadar la piedra. Sea como el agua: tenaz, persistente, paciente. Una de las diferencias entre Oriente y Occidente es justamente ésta: la paciencia. Su culto, tan venerado en Oriente, se ha embebido en todas sus artes. Aprenda de ello.
Nada se logra sin paciencia. Los cambios de la noche a la mañana nunca funcionan. Las dietas “milagrosas” de una sola semana son un fracaso. Los caminos cortos son sólo eso: caminos muy cortos. En la vida no existen atajos para hacer las cosas. Todo camino necesita su tiempo para ser recorrido. Y la perseverancia de dar cada día el número de pasos necesarios para llegar a la meta.
Paciencia y perseverancia: la una es espera confiada en los frutos de la otra...


Juan Javier Alvarez.
Es un experto de reconocida trayectoria, cuyas ideas en el ámbito del management son reproducidas y seguidas con interés por la comunidad empresarial de habla hispana. Graduado en Dirección y Administración de Empresas (EE.UU.), actúa como Consultor Internacional en Management. Estuvo a cargo de la gestión de unidades de negocios tanto en España como en Latinoamérica. Publica artículos y trabajos sobre Management, Liderazgo y Visión Competitiva en los más importantes medios de negocios, como por ejemplo: las revistas Gestión (Argentina, México y España), Actualidad Económica (Costa Rica) y Gerencia (Guatemala), el diario La Opinión, sección Negocios (Estados Unidos). Las revistas Entrepreneur y Management Today en español (México). Las revistas digitales Mercado (Argentina), Actualidad Empresarial (España) y Avance Económico (Perú). El portal de directivos Intermanagers (México). Disertante en seminarios y conferencias sobre su campo de acción, sus conceptos son citados y tomados como referencia por medios e instituciones en México, Chile y Argentina.


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