Written by Alfredo Gildemeister
Llama la atención que uno de los temas más tratados en la reciente CADE haya sido la corrupción y la ética empresarial. La encuesta de Ipsos Apoyo mostró que el 50% de los asistentes consideraron que la corrupción a veces es la única forma de sacar adelante una empresa.
Diversos ejecutivos reflexionaron sobre si era rentable o no la ética empresarial. Hace unos años, a partir del escándalo Enroe, el mundo empresarial redescubrió y cobró conciencia de la importancia de la ética empresarial. Se reforzaron las asignaturas de ética en las universidades y en las grandes empresas, como parte del plan de formación de altos ejecutivos y de todo empleado. La ética es requerida como requisito a todo postulante a un empleo. No bastan los conocimientos o la experiencia. Ya no se desean tecnócratas. Se requieren personas con ética.
Lo demás, “vendrá por añadidura”. Parece mentira que hoy, el valor más solicitado por las empresas sea la honestidad. No basta tener maestrías o experiencia laboral. Una persona sin valores, sin principios ni formación ética, con buen currículum, no sería contratada. Algunos empresarios mencionaron la sanción ante una conducta no ética. Sin embargo, no es suficiente la sanción ante una mala conducta. Muchos se quedan en eso.
Debe analizarse también el otro lado de la moneda, esto es, el fomentarse y premiarse una conducta ética en las decisiones y negocios, porque, finalmente, la ética rendirá sus frutos. En un mundo materialista y utilitarista, donde un directivo es valorado sólo por resultados, donde lo ético suena esotérico y hasta ridículo, un trabajador con sólidos principios y valores éticos, a la larga destacará y atraerá, no sólo en el plano humano, sino al momento de hacer negocios. La ética, señores, a la larga, sí es rentable.
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