En 2003 (y en 2006), Finlandia confirmó los resultados precedentes y alcanzó el envidiable número uno del planeta. Se trata de un gran país, poco poblado. Con la mitad de su territorio por encima del círculo polar ártico. De hecho, si Finlandia estuviese en América del Sur comenzaría a la altura de Coyhaique y terminaría en la Antártica. Su población, de poco más de cinco millones de habitantes, tiene el privilegio de vivir en una sociedad en la que es difícil percibir grandes diferencias sociales. Hoy, educadores del mundo entero acuden al país nórdico para conocer el sistema de enseñanza que hace de ellos los primeros de la clase. Y se entiende, porque los logros van mucho más allá de los resultados brutos en las materias analizadas: las diferencias entre niños y niñas son muy inferiores a lo constatado en otros países, incluso en matemáticas.
Las disparidades sociales no afectan el nivel alcanzado por los jóvenes estudiantes, cuya cuarta parte más modesta obtiene en matemáticas resultados muy por encima de la media de la OCDE, todos sectores sociales confundidos. Por otra parte, si se analizan las diferencias de nivel entre colegios, ellas son tan mínimas que Finlandia alcanza el segundo puesto detrás de Islandia. Como dicen ellos mismos, “aquí cada alumno cuenta”. A tal punto, que los que obtienen bajas notas en matemáticas son sólo el 6%, cifra ridícula comparada con la media de la OCDE que es superior al 21%.
Lydia Devos y Martine Meskel-Cresta, que estudiaron el sistema finlandés el año 2004, dicen que “al pensar en cada alumno el Estado piensa en la economía del país”.
Las autoras del estudio señalan, además, que “la igualdad es un principio muy importante. La educación debe ser garantizada a todos los ciudadanos sin consideración de sexo, lugar de residencia u origen geográfico, de edad, lengua o status económico”.
Toda la sociedad parece estar consciente de que la educación es la única posibilidad para el país de afrontar la dura competencia mundial y cada cual se empeña en favorecer la formación de niños y jóvenes. Padres, profesores y políticos, colaboran para obtener lo mejor de cada alumno: “los profesores se sitúan atrás del saber y del material que les permite transmitirlo y se toman el tiempo de observar al alumno…, no dan la impresión de estar suministrando una prestación…”. Curiosamente, los niños finlandeses inician su escolaridad obligatoria relativamente tarde: a los siete años. Para los menores de seis existen jardines infantiles administrados por el ministerio de asuntos sociales y de la salud. Allí “se aprende jugando, se aprende a aprender sin saber que se está aprendiendo”. No hay evaluación.
Por otra parte, desde 2001, Finlandia hizo posible que todos los niños de seis años se beneficien de una enseñanza preescolar gratuita. El año pasado, Esa Räty, director del liceo de Niinivaara de Joensuu, organizó una visita para dieciocho responsables de la educación de 14 países europeos. El programa incluyó establecimientos de todos los niveles: un jardín infantil, dos escuelas primarias, dos colegios, dos liceos, un liceo profesional, una universidad y un centro de formación para adultos. Paul Robert, Director del Colegio Nelson Mandela de Clarensac (Francia), fue uno de los visitantes. Recordando los debates que sacuden periódicamente al sistema escolar francés, Paul Robert subraya que ante la disyuntiva de privilegiar el saber o al alumno, los finlandeses se inclinaron definitivamente por este último: “Un profundo y fino análisis de las necesidades reales de cada alumno sirvió de base a un sistema elaborado en 30 años de reforma educacional. La idea que un alumno feliz -que se siente a sus anchas, libre de desarrollarse a su ritmo -, tendrá más facilidad para adquirir el saber fundamental, nada tiene de una utopía de pedagogo iluminado. Se trata simplemente de lo que guía la acción de todos: Estado, municipios, directores de establecimientos, profesores”. Cada alumno debe sentirse “como en casa”.
Locales limpios, amplios (65 m2 por clase), confortables para el reposo, corredores pintados de colores cálidos, decorados con los trabajos de los propios alumnos, constituyen el entorno de trabajo. Cada establecimiento tiene dimensiones modestas: 300 a 400 niños por colegio, 400 a 500 estudiantes por Liceo, crean una atmósfera de proximidad y le permiten al director conocer a cada uno de sus alumnos. Al aprendizaje gradual y mezclado con actividades artísticas, deportes, música y trabajos manuales, suceden los primeros años de la escuela básica, luego el colegio y después el Liceo.
Raramente hay más de 20 alumnos por clase, y en el Liceo los grupos de trabajo suelen reunir sólo 6 a 7 jóvenes. En la escuela básica y en el colegio el profesor recibe en su propia clase la ayuda de un asistente de educación que toma a su cargo grupos reducidos de alumnos que necesitan un apoyo especial. Los colegios y Liceos disponen además de consejeros de educación, uno por cada 200 alumnos, para guiarles en sus estudios y en la elección de sus preferencias educativas. Cada alumno, aun cuando no manifieste ningún problema particular, debe reunirse con su consejero al menos dos veces al año. Las clases magistrales no existen: por todos los sitios sólo se ven grupos de trabajo y actividades guiadas por profesores. Este último es un recurso entre otros: todas las salas están llenas de libros y disponen de retroproyector, su computador, su video proyector, su televisión y su lector de DVD. Para explicar el método empleado, Paul Robert cita a Hannu Naumanen, Director del colegio Pielisjoki: “No se puede forzar a los alumnos, hay que darles diferentes posibilidades de aprender, de adquirir competencias”.
Como se ve, estamos lejos de “la letra con sangre entra” o de la emulación agresiva entre compañeros. Cada alumno tiene una gran libertad -progresiva en el tiempo-, para organizar su propia malla curricular. Las materias opcionales están disponibles en el colegio a partir de los 13 años de edad. El total de cursos obligatorios y opcionales no puede ser superior a 30 por semana. Durante los tres años de Liceo cada joven debe seguir 75 cursos, cuarenta y cinco de los cuales son obligatorios y treinta opcionales. De este modo los alumnos construyen su propia autonomía y son responsables del contenido de su educación. Por su parte los profesores gozan de un gran prestigio social, no tanto en razón de su remuneración que está en la media de la OCDE, sino por la importancia que le asigna todo el país a la educación. Y porque existe consenso de que los profesores son “expertos” en su oficio. En las encuestas de motivación efectuadas entre los jóvenes aspirantes a ser profesores, a la pregunta ¿por qué ha elegido este oficio? la respuesta más frecuente es: “Porque amo los niños”. Este es el zócalo a partir del cual se llega a la enseñanza superior, universitaria o profesional, a la que los finlandeses le atribuyen una extrema importancia.
Cada joven tiene la garantía de llegar a ella si dispone de las condiciones, la voluntad y los talentos necesarios. En Finlandia no sobra nadie y se potencian todas las inteligencias disponibles, porque la principal materia prima del país, por no decir la única, es la gris, y eso le ha asegurado a Finlandia un lugar de privilegio en el mundo globalizado.
DATOS BASICOS SOBRE SISTEMA ESCOLAR DE FINLANDIA
Educación es Pública
La educación en Finlandia es pública. La educación privada prácticamente no existe (sólo el 1%). El Estado invierte en educación el 7% del PIB (Chile gasta un 7,5% de su PIB, 4,2% el Estado y 3,3% los hogares). Aun cuando la educación es gratuita existen becas para quienes lo requieren. Pero “a juicio de los finlandeses este nivel no es suficiente y el sistema está construido de modo que cada uno tenga la posibilidad de emprender estudios superiores o recibir una formación profesional”.
Enseñanza Superior Profesional Gratuita
Los estudios superiores profesionales duran de 3,5 a 4 años y el diploma garantiza las calificaciones necesarias, tanto en el ámbito de los conocimientos como de las competencias, para alcanzar la más alta excelencia profesional. La enseñanza superior profesional es gratuita.
Enseñanza Universitaria Gratuita
La enseñanza universitaria entrega diplomas de primer, segundo y tercer ciclo, así como doctorados. El primer ciclo dura tres años, y el segundo dos más (cinco en total). La tarea fundamental de las universidades, reside en la investigación científica que debe servir de base a su propia enseñanza. Existen 20 establecimientos de tipo universitario: diez a vocación pluridisciplinaria, tres escuelas politécnicas, tres “grandes escuelas” de comercio y cuatro artísticas. Todos practican una rigurosa selección de sus alumnos. Las universidades son gratuitas.
(publicado en El Periodista)
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